No hay ninguna duda de que gamificación y deporte han ido de la mano antes de la aparición del propio término. La mezcla entre deporte y juego se concibe como algo habitual y obvio que, además, nos garantiza el aprendizaje de una serie de valores.
No obstante, parece que cuando el deporte se profesionaliza o se practica dentro de un marco regulado, el componente lúdico pierde importancia y el principio de competitividad domina por encima de los demás. En este punto, hay quien se desencanta y opta por abandonar su práctica, mientras que otros se volcán a la competitividad.
Cuando a una actividad deportiva se le añaden componentes de juego, el rendimiento, la motivación y el disfrute de los practicantes aumenta. De este modo muchas marcas deportivas aprovechan esta técnica para generar experiencias que atraen a nuevo público y así generar nuevas dinámicas entre sus usuarios.
Algunos de los beneficios de la gamificación son:
Motivación: Uno de los problemas a la hora de empezar a practicar un deporte es la motivación; es decir, la razón que justifica el tiempo que invertimos en esa actividad. El juego puede servir de palanca por el hecho que introduce componente lúdico, y lo hace más atractivo de cara al usuario.
Superación: No hay nada que nos guste más que los retos y aplicado al mundo del deporte se convierte en un factor crítico. El juego también puede alimentar el sentimiento de superación, invitando a los usuarios a progresar día a día y recompensándolos con un valor concreto.
Comunidad: La competitividad es un factor genuino del mundo del deporte. Las acciones de gamificación nos permiten crear una comunidad, cuyos miembros compiten entre ellos para destacar y conseguir el incentivo.
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